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Bandersnatch
¿Cómo tomamos decisiones?

Por Adrián Gleizer

En los años 80 hubo una peli que en español se llamó “Sálvese quien pueda” (Jumpin’ Jack Flash, 1986) en la que Whoopi Goldberg representaba un agente de ventas de un banco que recibía en su computadora un extraño mensaje codificado de un agente de la KGB, era interceptada por un agente de la CIA y esto llevaba el Defcon de 1 a 4 elevando el riesgo de  desatar una guerra mundial, todo muy guerra fría era Reagan, y el argumento principal giraba alrededor de lo que para la mayoría de las personas comunes era pura ciencia ficción para aquel momento: el chat.

Había por aquellos años, una serie de libros fascinante llamada “Elige tu Propia Aventura” que se hicieron muy famosos y me imagino que lo siguen siendo, en los que al final de algunas páginas podías elegir entre dos opciones y el relato continuaría por tal página o por tal otra.

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Qué increíbles aventuras a través de las galaxias, buscando la Atlántida, metiéndose en una tenebrosa casa de piedra, descubriendo ¿quién mató al presidente? o inmiscuyéndose como un agente secreto contra los nazis!

30 años más tarde, chateamos casi más de lo que conversamos y la modalidad “Elige tu Propia Aventura” llegó a la pantalla…de Netflix.

Si nunca viste Blackmirror (“Espejo negro” en alusión a la pantalla del celular), es una serie que plantea un futuro distópico, que es casi un presente, en el que la tecnología penetra en nuestras vidas hasta zonas en donde se pone en juego todo el valor de la  experiencia humana. Como digo, nada demasiado alejado de este futuro deforme al que hemos llegado, tal vez, através de aquella línea paralela que el Dr. Emet Brown describe en Volver al Futuro 2. Desde apps para calificar personas con las que te cruzas por la calle, dispositivos de memoria digital insertados en la retina del ojo, o la posibilidad de recuperar las sinopsis neuronales de un ser querido que ha dejado el mundo y revivirlo en forma de robot.

Bandersnatch se presenta como una peli interactiva en la que podés tomar decisiones y perderte en un laberinto en el que, tal vez, la línea argumental quede relegada a un plano secundario desde el momento en el que tu toma de decisiones crea un puente entre espectador y personaje.

¿Cómo tomamos decisiones?

Cuando empiezo a verla lo primero que me pasa es que tengo que elegir el desayuno entre unos copos desconocidos por mi y una caja de Kellog’s azul con el tigre en la tapa. El tiempo dado para elegir es breve y se escurre. Voy a lo conocido. 

Primera cuestión, ¿Desde dónde elijo? Alguna memoria registrada desata una pulsión interna porque alguna vez en mi vida ya le dí un “Me gusta” a eso. Lo inmediatamente posterior es ¿Elegí bien? ¿Porqué elijo lo conocido por sobre lo desconocido? 

Esto se revierte con la 2da decisión. Voy a escuchar música y debo decidir entre dos discos , uno que sé que no me gusta y otro que no conozco, entonces ahí voy a lo desconocido.

Hasta aquí puedo comprender el modelo en el que se basa mi mecanismo. Voy por lo que conozco que me gusta y evito lo que sé que no me gusta.

Un rato más tarde me encuentro ante una decisión más significativa. Aceptar un trabajo o no. Esto sí que puede cambiar el rumbo de mi historia y el escaso tiempo dado para elegir me juega en contra. ¿Qué hago? Por un lado descubro que me oriento hacia tomar un trabajo más que a rechazarlo. Aquí podríamos hacer un gran zoom y explorar cómo se almacenan nuestros valores y qué implicancia tienen a la hora de tomar una decisión, pero también deberíamos tener en cuenta que nuestro sistema esplénico detecta cosas en el escenario y podría pulsarnos por una opción u otra de acuerdo a detalles que se pasan desapercibidos para la conciencia ordinaria.

Lo que sí podemos asumir es que la decisión escapa a nuestras manos y que, como mucho, podemos pensar que seremos encargados de ejecutarla, y ni siquiera eso, las decisiones nos atraviesan, nos mueven, nos llevan puestos.

Lo otro es el pensamiento post-decisión. ¿Elegí bien? Mientras la peli transcurre y me lleva por sus laberintos y sus callejones sin salida, me siento como un roedor en un experimento, topándome con redes electrificadas que me ponen en contacto con el miedo y la sensación del potencial de hacerlo todo mal. ¿Será mi perfil 1/3? (aquí estoy hablando del Diseño Humano). Cada elección puede ser potencialmente incorrecta, vivir con esa sensación, reconocerla, recorrerla, amplificarla.

Y luego está la estrategia, el juego, ¿ir a favor de lo que pienso o en contra?. Descubro un patrón binario, si en una voy a favor, en la otra voy en contra. Entonces definir una estrategia de toma de decisiones agiliza el trámite, lo vuelve más fácil aunque no menos vertiginoso. Voy a favor o en contra de mis impulsos como estrategia, aunque tenga que revolearle una plancha por la cabeza a mi papá o saltar desde un balcón, ¡y a ver qué pasa! 

El Diseño Humano y la toma de decisiones

Disfruto la peli mientras reflexiono en todo esto y lo relaciono al experimento del Diseño Humano. ¿Cómo tomamos decisiones?

La peli plantea un sistema de toma de decisiones que apunta mucho al No-Ser, en dónde se ofrecen dos opciones y nosotros pensamos que pensamos que elejimos la que más nos  conviene de acuerdo al propósito que creemos que debemos lograr y debemos decidir en un corto lapso de tiempo que se escurre velozmente.

Puede ser que a aquellos con Autoridad Esplénica, o a Generadores con un bazo definido, diseñados para la espontaneidad, les resulte un poco más fácil, pero ¿qué pasa con los emocionales? ¿o con los Proyectores Mentales como yo o los Reflectores? Cualquier decisión espontánea se siente incorrecta. Y lo cierto es que igualmente, hay momentos en la vida, en las que no nos queda opción. De hecho este era uno de los latiguillos favoritos de Ra “No choice”, no hay opción. En uno de mis primeros trabajos, hace ya 20 años, en 1999, mi jefe llegó un día muy feliz. Me contó que había leído “El Gen Egoísta” de Stephen Dawkins, un acérrimo biólogo darwiniano, en el que se explica que los genes nos programan y que ninguna decisión es nuestra. Somos vehículos diseñados por los genes en función de su propia supervivencia. Esto le había aliviado enormemente y andaba sonriente por la vida (al menos ese día en particular) como quien se hubiese quitado el peso de la existencia todo junto y de una sola vez.

Cuándo comencé a estudiar Diseño Humano busqué este libro y me gustó mucho una parte en la que se explica que si no estuviesemos programados, los genes no podrían operarnos en tiempo real. La comunicación con el enorme organismo/vehículo sería similar a dialogar con un astronauta que se encuentra en Urano, habría un retraso que impediría tomar decisiones inmediatas.

De algún modo, el Sistema de Diseño Humano nos pone en el lugar de esta conciencia del pasajero, a través de seguir la Estrategia y Autoridad, nos ubica en el lugar de observadores de nuestra propia experiencia humana, llevándonos a reconocer cómo estamos diseñados para tomar decisiones. Esto representa un desafío enorme, principalmente para nuestra mente del “No-Ser”, convencida de ser la encargada de la dirección, ejecución y destino de cada pequeña acción en nuestras vidas, a esto Ra lo llamaba simplemente vanidad.

Esto abre muchos dilemas en los que pensar, acerca del significado de la libre voluntad, la responsabilidad, lo correcto, etc. Según Ra el Sistema de Diseño Humano es amoral, solo se encarga de describir las mecánicas y deja a un lado los juicios de bueno y malo, como parte de un binario que construye la ilusión del mundo real. Si eres correcto contigo mismo, esto es, si estás siguiendo a tu forma/cuerpo/vehículo, lo que vives es tu ser único y diferenciado, tu trayectoria de vida, en definitiva, tu propia peli personal, en la que sos el personaje principal.

HD Meme by Chaitanya FX

Y, ¿Cómo es la vida vista desde el lugar desde donde las decisiones se toman realmente?

Esta peli, Bandersnatch, mezcla de laberinto, videojuego, experimento cinematográfico y exploración de la conciencia misma, vista a su vez desde la perspectiva del Diseño Humano, tal vez nos aporte algún indicio.

Adrián Gleizer.

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